Los periodistas, desengañados y endurecidos por las intrigas políticas y empresariales que conocemos por nuestro trabajo, tendemos a abordar con el mismo distanciamiento, casi con cinismo, cualquier proceso deliberativo que entrañe la designación de un gran poder. Un proceso, por ejemplo, como la elección de un Papa. Por eso muchos de los análisis publicados tras la muerte de Francisco sobre el próximo jefe de la Iglesia católica se han elaborado bajo ese mismo enfoque de luchas de poder, de alianzas interesadas, de corrientes antagónicas, de equilibrios tácticos. No es nada nuevo. Estamos tan acostumbrados al bajo nivel ético de nuestros dirigentes, y también a las decepciones y traiciones que podemos experimentar en nuestras vidas privadas, que no concebimos que unas personas se reúnan a puerta cerrada para escoger a la que creen más idónea para representar a Jesucristo en la tierra, sin pensar en otro objetivo que la custodia de su mensaje y la guía de sus fieles.
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Los tiempos de León XIV
Publicado por
Juan Francisco Saenz