España vive un tiempo convulso en lo político, de creciente desafección ciudadana alimentada por los graves escándalos que alcanzan, una y otra vez, a los dos grandes partidos que se han turnado en el poder desde la restauración democrática. Cuando los tribunales tienen que investigar presuntas prácticas delictivas de unos y de otros, el mínimo gesto de responsabilidad debería ser el de cerrar filas en torno a la regeneración y poner en marcha una reflexión colectiva sobre cómo limpiar de una vez por todas la política española, una actividad esencialmente generosa que debe atraer a los mejores.

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