Me preocupa ver a un niño rodeado de adultos riéndole sus muecas, maleducándolo en masa. De los pocos besos que doy a niños al cabo del año es en Nochebuena, al Niño Jesús, a su rodillita de porcelana, ansioso porque es la señal de salida para chupar las pinzas de los bogavantes.
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