El que fuera uno de los proyectos estrella del expresident Francisco Camps para la ciudad de València en los últimos estertores de la burbuja —no solo inmobiliaria, también electoral— terminó convertido en metáfora ilustrativa de la crisis. Donde hubo glamour, boato y monoplazas de Fórmula 1 tras una inversión de 98,5 millones, desde hace más de un lustro se asientan decenas de chabolas abandonadas a su suerte entre chicanes y barreras de hormigón.

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