Llegué a Buenos Aires a media mañana. Del hotel habían enviado al aeropuerto de Ezeiza un «remis», expresión francesa para los coches de alquiler con conductor. El Hotel San Carlos, en la calle Suipacha, era de un asturiano, creo que de Grao. Comí algo en un restaurante próximo, propiedad de una familia de Cangas del Narcea, y volví al hotel a dormir una pequeña siesta; el jet lag obliga. Ya despejado, salí a callejear. Había algo en el ambiente, sin saber exactamente, que me recordaba el aire de Madrid; en algunas calles especialmente lujosas, París. Pasé por delante de un teatro. En la cartelera vi que actuaba Charo López.
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