No hay mayor patraña en el fútbol que el VAR. Una trola mayúscula si se rebobinan sus orígenes. Un invento “solo para errores flagrantes”, se dijo por activa y por pasiva por parte de la nomenclatura arbitral. Tras el sonado derbi del Metropolitano, cabría preguntar si entre toda la marabunta de colegiados que abarrotan el fútbol hay alguien que considere “flagrante” que el polaco Szymon Marciniak no advirtiera el supuesto de que Julián Álvarez rascara mínimamente la pelota con los dos pies al lanzar el penalti. Una nonada que no quedó claramente testada en ninguna repetición televisiva.

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