La temporada del Real Oviedo se encuentra en una encrucijada. En lo que va de campaña, el equipo ha mostrado destellos de calidad, pero también se ha dejado ver por momentos de desconcierto, desajustes y una preocupante falta de consistencia, sobre todo en sus visitas fuera de casa. La derrota ante el Elche, por 4-0, ha sido el último tropiezo de un equipo que, en lo que parece un déjà vu interminable, continúa lidiando con los mismos problemas de siempre: irregularidad, falta de contundencia y, sobre todo, una incapacidad para gestionar los partidos cuando las circunstancias no son favorables.
El fallo de la mentalidad colectiva: Un equipo sin carácter
Lo que más preocupa de este Real Oviedo no es tanto su nivel técnico, sino la fragilidad mental que ha demostrado en momentos clave. La derrota en Elche no solo fue un golpe duro en términos de marcador, sino que evidenció una vez más la falta de respuesta ante la adversidad. Dani Calvo, en su comparecencia posterior, hablaba de que el equipo «no puede desvanecerse de esa forma» cuando las cosas se ponen complicadas. Un mensaje claro, pero que deja en evidencia una realidad que el equipo parece no poder superar: la incapacidad para reaccionar en situaciones de presión.
La autocrítica, por lo menos en el discurso de los jugadores, está presente, pero se necesita mucho más que palabras para revertir esta tendencia. Cada vez que el Real Oviedo se ve por debajo en el marcador, parece que la solución es esconderse en la presión, hacer concesiones y, en definitiva, hundirse más. La derrota en Elche fue un ejemplo claro de cómo un equipo con ambiciones se desmorona sin ofrecer resistencia cuando las cosas no salen bien desde el inicio. No basta con hablar de mejorar el «tema mental» si no se ve una evolución palpable en el terreno de juego.
La diferencia entre casa y fuera: Un factor desequilibrante
Uno de los problemas recurrentes del equipo es la diferencia abismal entre su rendimiento en casa y fuera. Mientras que en el Carlos Tartiere se muestra como un equipo intenso, capaz de poner contra las cuerdas a cualquier rival, cuando se desplaza fuera de Oviedo parece perder su identidad. Esta contradicción se ha convertido en un lastre para el equipo, y es algo que Dani Calvo también reconoció con un tono algo resignado: «Si quieres optar al ascenso también hay que ser regular fuera de casa». Y es que no es la primera vez que los azules pierden puntos cruciales en sus visitas a campos donde, en teoría, deberían competir al mismo nivel que en casa.
La pregunta que surge es clara: ¿por qué este equipo no tiene la misma personalidad fuera de su estadio? La afición oviedista se ha mostrado incansable en su apoyo, pero un equipo que aspira a algo más no puede depender exclusivamente del empuje de su gente. La regularidad debe ser una constante, no una excepción. Y, hasta ahora, esa ha sido la gran asignatura pendiente.
Jaime Vázquez y los errores que no se pueden perdonar
Otro de los puntos críticos de la temporada ha sido la gestión de los jóvenes talentos, especialmente en la defensa. Jaime Vázquez, uno de los jugadores que más ha brillado en las primeras jornadas, se ha visto ahora en el centro de la polémica por un error garrafal en Elche. Dani Calvo, en su defensa, ha pedido comprensión y paciencia con el joven central, pero la realidad es que los errores defensivos, sobre todo en jugadores que tienen la responsabilidad de formar parte de una zaga titular, no se pueden tolerar si el equipo tiene aspiraciones claras de ascender.
La falta de contundencia atrás, sumada a los problemas de cohesión defensiva, ha dejado claro que el Real Oviedo aún está lejos de tener la solidez que se necesita para aspirar a la Primera División. A pesar de los esfuerzos de jugadores como Calvo, el equipo sigue siendo vulnerable en momentos clave, y eso es algo que no solo depende de los jóvenes, sino de todo el bloque defensivo.
La necesidad de un cambio de rumbo
No cabe duda de que el Real Oviedo está viviendo una temporada con altibajos, que puede tener consecuencias fatales si no se corrigen rápidamente los errores. A pesar de contar con un bloque que parece tener calidad y potencial, la falta de regularidad y la ausencia de carácter en situaciones adversas siguen siendo las grandes asignaturas pendientes. La derrota ante el Elche no es un simple tropiezo; es un reflejo de la incapacidad del equipo para mantener la concentración y la consistencia en su juego, un problema que se arrastra desde hace años y que parece no encontrar solución.
El club necesita una transformación mental que se traduzca en resultados. Habrá que ver si este equipo tiene la capacidad para levantarse, corregir sus errores y dar un paso al frente en la lucha por los puestos de ascenso. Lo que está claro es que, si el Real Oviedo no cambia pronto, esta temporada podría ser otra oportunidad perdida. La afición merece más, y el equipo, si quiere alcanzar la gloria, debe demostrar que puede mantenerse firme tanto en casa como fuera de ella.