El León recibe un donativo cristiano en dólares: Trump transfirió al Vaticano 14 millones el día del funeral de Francisco

Primero, tiempo de mieles. Francamente, el impacto de la elección del Papa Prevost ha sido gratamente favorable (si exceptuamos la frialdad de la Iglesia Ortodoxa Rusa y el Judaísmo del Estado de Israel, a tono con el papel disruptor de ambas religiones si se las ha de considerar estrictamente como movimientos «espirituales»). Dadas las características que se fueron mostrando de León XIV nada más aparecer en el balcón de San Pedro, nada impostadas por cierto, el eco global sonaba a que «por fin un tipo que valga la pena» (Francisco también lo valía), entre tanta liquidez intelectual, pensadores pelanas, figurillas de escayola (una de ellas enaltecida esta misma semana con un galardón importante), y políticos que utilizan el poder con peligrosa ignorancia. En el interior de la Iglesia católica el efecto ha sido incluso novedoso: Benedicto XVI fue recibido con frialdad (pese a que su papel iba a ser determinante tanto en afrontar la pederastia como en realzar la Teología), y Francisco causó una vacío de reacciones por parte de la conservación y el tradicionalismo (también pese a haber emprendido caminos hasta entonces muy olvidados).