Perder. Nadie quiere que le pase. En ninguna de las circunstancias. Lo que es aún peor que perder es no parar de hacerlo. Ver cómo, una y otra vez, las cosas no salen y los golpes se repiten. El Girona, que la temporada pasada contaba los partidos por victorias, está viviendo un suplicio. El final de temporada está siendo desconcertante. Una odisea desesperante y asfixiante que está sumiendo al conjunto dirigido por Míchel en arenas movedizas. Contra el Alavés (0-1) no vieron la luz y ya son ocho las jornadas consecutivas sin lograr una victoria en la Liga. Cinco derrotas y tres empates.

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