Hubo un tiempo no hace mucho en que coches y camiones se retorcían en la rampa de Pajares como ciclistas fuera de forma. El infierno del puerto era entonces inevitable. No había autovía y las nevadas eran descomunales. De aquel averno emergió el «Ángel de Pajares». El cariñoso apelativo se lo dieron los camioneros a Isaac García Álvarez, «Saso», que con su grúa ayudó a toda una generación de transportistas a remontar el Pajares. El tramo del 17 por ciento de pendiente hace tiempo que se conoce como «La rampa de Saso». Desde ayer, una escultura recuerda al popular vecino, fallecido hace dos años.

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