Antonio Álvarez Álvarez, vecino de Avilés, ha pasado media vida entre hospitales. Primero, dieciocho meses haciendo diálisis antes de que fuese sometido a un trasplante de riñón. Fue hace dos décadas. Su vida era normal con los cuidados que debe llevar un paciente de estas características, pero en la pandemia le detectaron unos disparados niveles de colesterol. Si una persona normal debe tener un nivel inferior a los 200 miligramos por decilitros; un paciente con estos antecedentes ha de tener 150. «En una ocasión llegué a los 600». Los médicos del San Agustín se emplearon a fondo con este caso, pero ningún tratamiento le hacía efecto. «Ni las pastillas ni los métodos inyectables», explica el jefe de servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), Edelmiro Menéndez.

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